miércoles, 13 de noviembre de 2013

ENTRE CULPAS Y VERGÜENZAS (http://www.faktorialila.com)


POR MI CULPA, CULPITA

b_380_0_16777215_00_images_culpa.jpgMe siento culpable.

Por no tener hijos. 
Por ser una egoísta que sólo piensa en sí misma, y no es capaz de ocuparse del cuidado de otras personas. 
Por tener envidia de las que sí los tienen.

Por tener hijos. 
Por no dedicarles el tiempo que necesitan y dejarles con otras personas y a veces tener ganas de salir corriendo y a veces darles de cenar tarde, comida precocinada. Por tener envidia de las que no los tienen.

Por tener pareja. 
Por fantasear con cómo sería encontrar a alguien que me despertara verdadera pasión, y no este calorcito rico que a veces me recuerda a unos calcetines gordos. 
Por tener envidia de las que son libres.

Por no tener pareja. 
Por no haber encontrado a alguien que me quiera lo suficiente como para que el calorcito que sigue a la pasión inicial me baste. 

Por no haber querido lo suficiente a quienes se han atrevido a quererme. 
Por tener envidia de las que tienen con quien pasar las tardes de los domingos.

Por tener trabajo. 
Por ganar dinero con el ejercicio rutinario de mi mediocridad discutiblemente útil. 
Por gastármelo en cosas que no necesito. 
Por no ahorrarlo para cuando lo necesite. 
Por no compartirlo.

Por no tener trabajo. 
Por haber decepcionado a quienes pensaron que iba a ser algo en la vida. 
Por vivir del cuento. Porque -a veces- no me importa. Porque -a veces- me importa mucho. 
Por no poder pagarme las copas.

Por follar. 
Por no follar. 
Por desear a quien no debo. 
Por no desear a quien debo. 
Por desear a quien me desea. 
Por no desear a quien me desea.

Por ir al gimnasio. 
Por no ir. 
Por comer mal. 
Por comer mucho. 
Por comer poco.

Por decir lo que pienso. 
Por no decir lo que siento.

Me siento culpable por ser como soy, y por no ser como esperaban que fuera. 
Porque no soy como creen. Y porque no soy como quisieran que fuera.

Me siento culpable por sentirme culpable.

Y veo mujeres sin culpa, sentirse culpables por lo mismo que yo. 
Y por lo contrario.

Y me pregunto si no será, la culpa, una estrategia para que nunca estemos contentas, para que nos dejemos culpar de lo que sea, para que encontremos siempre una excusa para agachar la cabeza.

Y me siento culpable por preguntármelo.
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ENSEÑAR LAS VERGÜENZAS

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Me enseñaron la vergüenza.

Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de mis actos, de mis pensamientos.

Me enseñaron que lo que pienso es absurdo, que lo que hago es ridículo, que lo que deseo es sucio.

Y aprendí a no decir lo que pensaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor pensara algo mejor.

Y aprendí a no hacer lo que me apetecía, por vergüenza de que alguien a mi alrededor creyera que era inoportuno.

Y aprendí a no perseguir lo que deseaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor opinara que era inapropiado.

No contenta con someterme a la mirada externa, me plegué también a la vergüenza ajena.

Y aprendí a preguntarle a la vergüenza cómo vestirme, no vaya a ser que alguien pensara que voy buscando gustar, destacar. 

Y aprendí a escuchar a la vergüenza al desnudarme, no vaya a ser que me sintiera cómoda en mi cuerpo, y me acostumbrara a enseñar(me)lo sin miedo. 

Y aprendí a consultar con la vergüenza antes de abrir la boca, no vaya a ser que dijera sin filtro lo que me pasa por la cabeza, y se enterara la gente.

Y dejé de bailar, de reír a carcajadas, de rascarme el culo, de preguntar lo que no entiendo, de opinar lo que pienso, de compartir lo que siento, de pedir ayuda, de ponerme faldas, de ir a la playa, de comer o llorar en la calle, de ir sin sujetador, de pintarme, de salir sin pintar, de bajar a la calle despeinada, de usar esa ropa que dicen que no me pega nada, de llamar a quien echo de menos, de tomar la iniciativa, de decir que no, de decir que sí, de quejarme, de vanagloriarme, de estar orgullosa, de admitir que estoy asustada.

Y, a base de sentirme cada día más avergonzada, entendí que mi vergüenza nunca iba a sentirse saciada. 
Que toda la vida iba a imponerse entre yo y mi representante impostada. 

Así que busqué a mi sinvergüenza interna. Y le costó salir un poco, le daba vergüenza. 
Pero acabó sacándome a bailar, haciéndome dúo al cantar, saliendo conmigo a la calle con la cara sin lavar, animándome a hablar, a ignorar las cosas que me deberían avergonzar...

Y ahora no tengo tiempo para sentir vergüenza....       Estoy ocupada VIVIENDO.






miércoles, 20 de febrero de 2013

EL MAESTRO Y EL ESCORPIÓN

Paseando por el jardín, el maestro vio como un escorpión se estaba ahogando, y decidió salvarlo, sacándolo del agua.

Al hacerlo, el escorpión le picó. Pero, por reacción al dolor, el maestro lo soltó,  volvió a  caer al agua, y nuevamente comenzó ahogarse.

Sin dudarlo, el maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el escorpión lo picó.
Su alumno que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: 
"Maestro perdone... ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua, le picará?".


El maestro respondió:
"La naturaleza del escorpión es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar".

Entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al escorpión del agua, salvándole la vida.

Miró al alumno y le dijo:
"No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño;... sólo toma precauciones" 


Algunos persiguen la felicidad,... otros la crean. "


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Si no podemos juzgar un libro por la portada... no juzguemos el Amor por el amante.


No cambiemos nuestra naturaleza,... el mundo esta lleno de hojas a las que recurrir.




A los "creadores de felicidad", dedicado con mucho cariño a Dori Gaviota.


tantraalmeria@gmail.com